La noche festiva en el bosque era sombrío y gélido como la mirada de un hombre malo. Contra el silencio de la oscuridad retumbaba el sonido de la música en la frondosa arboleda. El chunta-chunta abarrotaba el bosque como si viniera de todas las direcciones. Muy adentro se encontraba mi casa, apenas iluminada, allí me encontraba yo pendiente al móvil, a una llamada, un whatsapp, un tuit, cualquier señal de mi Kaperucita García. Acurrucada me encontraba buscando el calor de aquella fría noche en la que no recibía ninguna noticia de la cual siempre me tenía acostumbrada. Habían pasado varias horas desde que se marchó a la fiesta del bosque, pero todavía faltaban algunas más hasta que saliera el sol. Recuerdo lo último que le dije: “la vida desde que se nace, siempre se está aprendiendo y cada día hay algo nuevo. Así que ten mucho cuidado que el bosque de noche tiene sus peligros y no quiero que dejes de seguir aprendiendo”.
Recuerdo como iba vestida, su vestido rojo y aquella capa blanca en la que le bordé con hilo sus iniciales. Su pelo de color negro y brillante como el firmamento, marcaba siempre la diferencia. Llevaba un collar con una estrella y en sus pies, llevaba puesto sus botines favoritos. Protegida del frío exterior por el calor de la chimenea de casa y del cariño de su madre/abuela, Kaperucita García escuchaba las palabras de su abuela/madre mientras se despedía abrazándola.
Afuera, el sonido del chunta-chunta había parado. Como gotas de luz, la luminosidad de las estrellas caía silencioso sobre la tenebrosidad del bosque, mientras los lobos ya dormían en sus guaridas.
El cante de los pájaros en su alegría mañanera, hizo que la abuela/madre de Caperucita García abriera los ojos, quien desperezándose miro hacia la entrada de la casa, a la cama de su hija/nieta y vio que no estaba allí. Arqueó su cuerpo estirándose, se incorporó y salió de la casa.
La mañana ya había entrado en el bosque, el aire era fresco y lleno de canto de los pájaros. La abuela/madre buscó a su nieta/hija y la halló junto al río, curándose el hombro adolorida. Ella se le acercó y le preguntó muy asustada: ”¿Qué te corre caperucita?” La niña le contó que había sido atacada por cinco lobos que había conocido en la fiesta del bosque. Continuó contándole que se lo estaba pasando muy bien con ellos durante toda la noche y que decidieron acompañarla a casa para que no se fuese sola a casa. Pero de repente la invitaron a descansar de la caminata en una pequeña cueva y allí… le atacaron.